Me encuentro de nuevo en la sinagoga de Nazaret. Ahora el rabino está leyendo. Oigo la cantinela de voz nasal, pero no entiendo las palabras, pues las pronuncian en una lengua que yo no sé.
Entre la gente está también Jesús con sus primos apóstoles y con otros (también parientes, sin duda, pero no sé quiénes son).
Después de la lectura el rabino dirige la mirada, en actitud de muda expectativa, hacia la multitud.
Jesús pasa adelante y solicita encargarse hoy de la reunión de la asamblea.
Oigo su hermosa voz, que lee el paso de Isaías citado por el Evangelio: «El espíritu del Señor está sobre mí…». Y oigo el comentario que hace al respecto, diciendo de sí mismo que es «el portador de la Buena Nueva, de la ley del amor, que pone misericordia donde antes había rigor; por la cual todos aquellos que, por la culpa de Adán, padecen enfermedad en el espíritu, y, como reflejo, en la carne — porque el pecado siempre suscita el vicio y el vicio enfermedad incluso física — obtendrán la salud; por la cual todos los prisioneros del Espíritu del mal obtendrán la liberación. Yo he venido — dice — a romper estas cadenas, a abrir de nuevo el camino de los Cielos, a proporcionar luz a las almas que han sido cegadas, oído a las sordas. Ha llegado el tiempo de la Gracia del Señor. Ella está entre vosotros, Ella es esta que os habla. Los Patriarcas desearon ver este día, cuya existencia ha sido proclamada por la voz del Altísimo y cuyo tiempo predijeron los Profetas, y ya, llevada a ellos por ministerio sobrenatural, saben que el alba de este día ha roto, y su entrada en el Paraíso está ya cercana, exultando por ello en sus espíritus; santos a quienes no falta sino mi bendición para ser ciudadanos del Cielo. Vosotros lo estáis viendo. Venid hacia la Luz que ha surgido. Despojaos de vuestras pasiones para resultar ágiles en el seguir a Cristo. Tened la buena voluntad de creer, de mejorar, de desear la salud, y la salud os será dada; la tengo en mi mano, pero sólo se la doy a quien tiene buena voluntad de poseerla, porque sería una ofensa a la Gracia el darla a quien quiere continuar sirviendo a Satanás».