Dice Jesús:
«Te he preparado para meditar en mi Gloria. Mañana la Iglesia la celebra. Pero quiero que mi pequeño Juan la vea en su verdad para comprenderla mejor. No te elijo sólo para conocer las tristezas de tu Maestro, y sus dolores; quien sabe estar conmigo en el dolor debe tener parte conmigo en la alegría.
Quiero que tengas, delante de tu Jesús, que se te muestra, los mismos sentimientos de humildad y arrepentimiento de mis discípulos.
Jamás soberbia. Serías castigada perdiéndome.
Continuo recuerdo de quién soy Yo y de quién eres tú.
Continuo pensamiento de tus faltas y de mi perfección, para tener un corazón lavado por la contrición; pero, al mismo tiempo, también mucha confianza en mí.
He dicho: “No temáis. Alzaos. Vamos. Vamos con los hombres, porque he venido para estar con ellos. Sed santos, fuertes y fieles en recuerdo de esta hora”. Te lo digo a ti también, y a todos mis predilectos de entre los hombres, a los que me tienen de forma especial.
No tengáis miedo de mí. Me muestro para elevaros, no para reduciros a cenizas.
Alzaos: que la alegría del don os dé vigor y no os embote en el sopor del quietismo, creyéndoos ya salvados porque os haya mostrado el Cielo.
Vamos juntos a los hombres. Os he invitado a obras sobrehumanas con sobrehumanas visiones y lecciones, para que podáis servirme más de ayuda. Os asocio a mi obra. Pero Yo no he conocido, ni conozco, descanso. Porque el Mal no descansa nunca y el Bien debe estar siempre activo para anular lo más que se pueda la obra del Enemigo. Descansaremos cuando el Tiempo llegue a su cumplimiento. Ahora es necesario caminar incansablemente, obrar continuamente, consumirse infatigablemente por la mies de Dios. Que mi continuo contacto os santifique, mi continua lección os fortalezca, mi amor de predilección os haga fieles contra toda insidia.
No seáis como los antiguos rabíes, que enseñaban la Revelación y luego no le prestaban fe, hasta el punto de que no reconocían los signos de los tiempos ni a los enviados de Dios. Reconoced a los precursores de Cristo en su segunda venida, porque las fuerzas del Anticristo están en marcha, y, haciendo una excepción a la medida que me he impuesto, porque sé que bebéis de ciertas verdades no por espíritu sobrenatural sino por sed de curiosidad humana, os digo en verdad que lo que muchos creerán victoria sobre el Anticristo, paz ya próxima, no será sino un alto para dar tiempo al Enemigo de Cristo de recuperar fuerzas, curarse las heridas, reunir su ejército para una lucha más cruel.
Reconoced, vosotros que sois las “voces” de este vuestro Jesús, del Rey de reyes, del Fiel y Veraz, que juzga y combate con justicia y será el Vencedor de la Bestia y de sus siervos y profetas, reconoced vuestro Bien y seguidle siempre. Que ningún engañoso aspecto os seduzca y ninguna persecución os aterre. Diga vuestra “voz” mis palabras. Sea vuestra vida para esta obra. Y si tenéis destino, en la tierra, común con Cristo, su Precursor y Elías, destino cruento o atormentado por vejaciones morales, sonreíd a vuestro destino futuro y seguro, el que tendréis en común con Cristo, con su Precursor, con su Profeta.
Iguales en el trabajo, en el dolor, en la gloria. Aquí Yo Maestro y Ejemplo; allí Yo Premio y Rey. Tenerme será vuestra bienaventuranza. Será olvidar el dolor. Será algo que para hacéroslo comprender ninguna revelación es suficiente, porque la alegría de la vida futura es demasiado superior a la posibilidad de imaginar de la criatura que todavía está unida a la carne».