Jesús dice: «Quedémonos aquí juntos; así habrá un nuevo discípulo. Mamá, ven».
Se sientan... en una piedra, en una banqueta... haciendo un círculo en torno a Jesús, quien a su vez se ha sentado en el banco de piedra que está contra la casa, y tiene a su lado a su Madre y a los pies a Juan, que ha elegido sentarse en el suelo con tal de estar cerca.
Jesús habla, despacio y con majestuosidad, como siempre.
«¿A qué compararé la formación apostólica? A la naturaleza que nos circunda. Podéis ver cómo la tierra en invierno parece muerta, pero dentro de ella actúan las semillas, y las linfas se nutren de humores, depositándolos en las frondas subterráneas — así podría llamar a las raíces — para luego disponer de ellos en gran abundancia para las frondas superiores, llegado el tiempo de florecer. Vosotros también sois comparables a esta tierra invernal, árida, desnuda, fea. Pero sobre vosotros ha pasado el Sembrador y ha echado una semilla. Por vosotros ha pasado el Cultivador y ha cavado alrededor de vuestro tronco, plantado en la tierra dura, duro y áspero como ella, para que a las raíces les llegase el sustento de humores de las nubes y del aire, y así se fortaleciera el tronco con este alimento para futuro fruto. Y vosotros habéis acogido la semilla y aceptado la remoción de la tierra, porque tenéis la buena voluntad de fructificar en el trabajo de Dios.
Compararé también la formación apostólica a la tormenta de ayer, que azotó y plegó, aparentemente con inútil violencia. Mirad, sin embargo, el bien que ha producido. Hoy la atmósfera está más pura, nueva, sin polvo, sin ese calor sofocante; el sol es el mismo de ayer, pero sin ese ardor que asemejaba a fiebre: hoy llega hasta nosotros a través de estratos purificados y frescos. Las hierbas, las plantas, se sienten aliviadas como los hombres, porque la limpieza, la serenidad, son cosas que alegran. También las discordias sirven para llegar a un más exacto conocimiento y a una clarificación; si no, serían sólo maldad. Y ¿qué son las discordias sino las tormentas provocadas por nubes de distinta especie? Y estas nubes ¿no se acumulan poco a poco en los corazones con los malhumores inútiles, con los pequeños celos, con las oscuras soberbias? Luego viene el viento de la Gracia y las une para que descarguen todos sus malos humores y vuelva el tiempo sereno.
También es semejante la formación apostólica al trabajo que Pedro estaba haciendo esta mañana para alegrar a mi Madre: es enderezar, atar, sostener o soltar, según las tendencias y las necesidades, para hacer de vosotros “hombres fuertes” al servicio de Dios. Enderezar las ideas equivocadas, atar los arranques carnales, sostener las debilidades, cortar si es necesario las tendencias, desligar las esclavitudes y las timideces. Vosotros tenéis que ser libres y fuertes, como águilas que, dejado el pico nativo, son sólo del vuelo cada vez más alto: el servicio a Dios es el vuelo, las afecciones son el pico.